-¡Todos los árboles son casas!
Yo salía de trabajar. Coordino talleres con palabras en el
Área de Salud Mental. Esta mañana trabajé en Casa de Medio Camino y en el Hogar
de Día Encuentro. Cuando salía de ahí, crucé de vereda para buscar mi bici
atada a un árbol. Yo caminaba pero mi cabeza no iba a ras del piso. Llegando a
la otra vereda, que es la vereda de una escuela primaria, un niño de
guardapolvo, corriendo y tocando un árbol, como gritando una verdad que le daba
un poder y lo cuidaba de los otros, gritó
-¡Todos los árboles son casas!
Después supe que jugaba al viejito tocador o la mancha. Pero
antes entendí (mientras el grito se desenvolvió) que hay que correr por el
mundo, que el mundo está lleno de casas, que hay que gritarlo y tocarlas porque
da poder, que yo trabajo en casas y que Jesús una vez vio hombres como árboles.