jueves, 29 de diciembre de 2016

“Mi deseo te sale al encuentro,
porque juntos los soltemos,
yo sola contigo”. 

(De una poesía egipicia)

Tu deseo,
ese motor enorme de mi boca,
me hace hablar.
Con un acto mágico
podría omitir la palabra
pero ese roce de hablas
es la juntura de los dos.
La magia ocurre en la mente.
Los actos perforan el sentido como una topadora.
Hay algo que puedo hacer
para demoler la vieja casa de hablar.
Me gustás cuando hablás. Pero llegado un punto
quiero que los ojos se te vuelen por mí,
mudita, que un beso de los dos te calle la boca,
desnuda del habla que usás de follaje
hasta que yo se te llueva encima.

Era un camello de tres patas. Con una volaba- sólo hasta las despensas-. Le dije llevame y se enojó mucho conmigo. Dejó de saludarme. Cuando en alguna calle se daba cuenta que íbamos a cruzarnos se escondía tras un cartel o volaba de una patada hasta la despensa más próxima. Lloro por él y pido a dios que me dé su corazón de camello. Sólo finjo. Él no me importa. Quiero su pata y volar. Espero que dios no lo note. 

domingo, 25 de diciembre de 2016

 Hoy vi una entrevista a Alberto Laiseca y dijo: "para qué sirve el arte. Famosa pregunta. Pelotudísima. Para qué sirve el aaaarrte. Te lo voy a decir: el arte sirve para que funcione todo lo otro. Para eso sirve el arte sencillamente. La imaginación es el motor". Y habló también del sacrificio en general para escribir y de las horas culo en la silla en particular. El trabajo. Orar y trabajar, eso dijo.
https://www.youtube.com/watch?v=PjBZwP-qu8M

jueves, 15 de diciembre de 2016

No puedo atrapar tu corazón con viento. Va de norte a sur y se sienta a mirarme. Es como una cabeza roja escapada de la aorta. Es un fantasma que deambula por vos según sople el aire y hace que tu amor no se ordene. Cuando me pasa cerca y cuando huye como un brillo o como una lagartija, tu amor es un barco a vela que hace que le tema al mar.
Vos, cabeza de foquito, pelo grande, ojos que tenés: dáteme de una vez. Yo, cabeza de foquito, pelo chico, digo no te me des. Yo soy árbol de agua dulce, vos barco de mar. Es lindo que tus tripulantes me vean por el ojo de buey o desde la proa y que yo agite mis hojas y cada tanto nos riamos, en medio de un saludo, cuando pasás por el puerto y yo no estoy dando a beber mi sombra a los ciempiés, a una ciclista voladora, a un tordo de buen comer.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

nuestro amor es lo que
hablamos
sobrevolándolo

¿amar es traducir
la lengua que no sabe
su hablador?

vos me sacaste la palabra
y la frotaste
con la tuya
¿qué pensás que va a nacer?

nuestra habla
la volamos
sobreamándola

¿traducir es amar
el saber que no habla
su lengua?

la palabra me sacó a vos
y la pensaste
frotada
de vos

nuestro vuelo es lo que
sobre
amablándonos

¿hablar es la lengua
que no ama
su traductor?

vos me pensaste tuyo
y naciste
una palabra
¿qué sacás que va a frotar?


Son las dos de la mañana. Hago fuerza para no escribir/vivir un amor que repita mi compulsión a ir por amores que no van a ser. Pero no sé escribir distinto. Yo he gozado del desencuentro y aprendí a escribirlo. Ahora la lengua me pide un sentido que no sé vivir. Yo tiendo a llorar, a pensar que ella no me elige y dolerme. Me sacás eso y no tengo qué escribir. Hay una ausencia de lenguaje, un tartamudeo, una empezadura de pronunciación que me vuelve chiquito, extranjero, deslenguado, fundador, un lingüista o traductor. Un chamán, un curandero de la fe en frases que no entiende. Hoy una bibliotecaria me dijo que se sacó los nervios de un pie. Fuiste al médico, dije. Me hice curar con mi tía, dijo. Es curandera, le digo. Sí, me dice, me curó (y hacía señal con la mano de hablar por teléfono). Te curó por teléfono, le digo. Sí. Y dónde vive. En Villa nueva, dice. Ah, te dijo unas palabras por teléfono y te curó. Me hizo con la cabeza que sí pero los ojos se le cambiaron un poquito. Dijo que si no se le pasa, va al médico. Si no se me pasa querer a esta mujer así con las palabras que voy diciendo, con este murmullo vernáculo, voy al médico o al diccionario. Me fijo cómo le llaman los otros. Pero no. Si soy el inventor compulsivo. Aún lo que repito lleva un rasgo naciente. Ella, a las dos de la mañana, no me habla mientras la escribo. Y si no la escribiera igual no me hablaría. Además no quiero que me hable, quiero que venga. Pero estoy otra vez/y quiero estar otra voz/ hablando la vieja lengua. Voy a inaugurar. Voy a partir de mi lengua para partir mi lengua. No me callo. Maúllo como un árbol, saco salmos de las ramas, hago ruidos de servilleta. Jacarandaes, hermanos, qué palabra me traen a mí, que me abro de ramas para ser casa de pájaros. Ellos traen del aire alguna palabra de lejos, de más atrás en el tiempo. El futuro está atrás, me dijo un amigo, porque no lo vemos. Llega por la espalda.

Estoy triste como una vaca
con el corazón atado.
(Se lo atan para que no la muerda).
Le colgaron un cartel al cuello:
"cuidado con el corazón". 
La vaca no sabe leer pero el cartel es para ella.
Y lo lleva puesto por todo el campo.
Y se para junto al alambrado y mira la ruta con el cartel puesto.
Y vuelve al centro del tambo y la ordeñan con el cartel puesto.
Y viene un toro y la empalma con el cartel puesto.
Y está triste.
La vaca analfabeta se vio en un charco de agua.
El cartel tenía las letras al revés. Le parecieron hermosas.
Por eso pidió al patrón que la mande a la escuela.