domingo, 18 de junio de 2017



Tengo por lo menos dos lenguas. La del habla y la del cuerpo. Lo que digo hablando, a veces, nomás, lo entiendo, y muchas no, pero al menos posee una condición gramatical que hace decible lo que digo, que lo torna escuchable, contenedor de un sentido posible, desplegable, explicable, justificable. Lo que dice mi cuerpo me puede dejar en la completa ignorancia. Se me aparece como una lengua extranjera. Y si mi cuerpo va a un lugar, está diciendo algo. Yo no puedo borrar con la palabra lo que escribo con el cuerpo. 

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