Tengo por lo menos dos lenguas. La del habla y la del
cuerpo. Lo que digo hablando, a veces, nomás, lo entiendo, y muchas no, pero al
menos posee una condición gramatical que hace decible lo que digo, que lo torna
escuchable, contenedor de un sentido posible, desplegable, explicable,
justificable. Lo que dice mi cuerpo me puede dejar en la completa ignorancia.
Se me aparece como una lengua extranjera. Y si mi cuerpo va a un lugar, está
diciendo algo. Yo no puedo borrar con la palabra lo que escribo con el cuerpo.
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