LA LENGUA PUEDE
Recién leí Mustafá de Discépolo. Todo ocurre en un conventillo
de la época en que convivían inmigrantes de muchos países y muchas lenguas. En
un momento, el turco Mustafá, que camina todo el día vendiendo baratijas para
ganar monedas, se asombra de la suma fabulosa de nueve pesos que su consuegro
italiano, Gaetano, ha ganado en un solo día, y le dice: Si yo habla jintino tan bien como usted, tira tudu a vente e garraba ganasta.
Si yo hablara argentino tan bien como usted. El nivel de vida ligado al nivel
de lengua. Como si la miseria fuera, ante todo, una miseria de la lengua. Como
si el poder estuviera ligado al hecho de tener labia, de saber hablar, de una
riqueza de lenguaje. Es asombroso, así, que nuestro presidente tenga un uso tan
breve del lenguaje y nos presida. Pero no es una contradicción. Sigo pensando
que en la lengua que se impone (la lengua del poder) subyace el poder, y el
modo de actuar de ese poder. Si nos gobierna un lenguaje liviano, breve,
tartamudo, empresarial, numérico, se puede deducir que querrán que pensemos la
vida y el arte y el sexo y el amor y la educación y la política de un modo
liviano, breve, tartamudo, empresarial, numérico.
También es una cualidad de la
lengua el saber imponerse, abarcar, quitar de su campo los lenguajes que no la
apoyan.
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